En el siglo XII, la Última Cena se constituía en torno a una mesa rectangular. Los huéspedes sentados con Jesús en el centro, dos discípulos a cada lada y luego los apóstoles, según su categoría. Sólo Judas y Felipe están al otro lado de la mesa, de espalda al espectador, se representa el momento más dramático, Jesús esta diciendo: “uno de vosotros me va a entregar.” La hechura es consecuencia de la influencia del teatro religioso en el arte. Los artistas dispusieron el asunto como lo vieron representar a los actores en el escenario.
Es después de Trento, cuando la Última Cena adquiere el carácter que tiene todavía: recuerdo de la Institución de la Eucaristía. Jesús aparece pronunciando las eternas palabras: este es mi cuerpo. El esplendor de las procesiones de nuestra Semana Mayor coincide con la revolución reformista en Europa. Se afirma así, por calles y plazas, lo que negaba la reforma del protestantismo: la presencia real de Cristo en el Sacramento (8). En el sentido eucarístico se refleja el apelativo de la cofradía mientras que la traición debidamente dicha, se manifiesta floridamente en la imagen procesional.
Por otro lado, la representación de la Santa Cena constituía una obra de envergadura, dado el número de figuras y su alto coste, sin olvidar el reto de esta composición suponía para el imaginero; si el tema era fácil para figuraciones planas, no lo era tanto en composiciones de bulto redondo, observables desde todos los puntos de vista y en la que había que desdoblar ante todo.
Juzgamos que estas razones son los que explicarían lo menguado de su representación en nuestras procesiones. La Santa Cena, sin embargo, era un tema habitual en las composiciones que ilustraban los retablos, junto a otras representaciones.
Con la Santa Cena se da principio el itinerario pasional. Pinheiro da cuenta de un paso en los cortejas de Valladolid, en 1605, pero era de los grupos de cartón y lino. Hay que esperar al siglo XVIII, cuando Francisco Salzillo realiza el paso para la cofradía de Jesús, de Murcia. El número de doce era apropiado para aplicar una ordenación simétrica. En la pintura se ha preferido la posición frontal. Cristo ocupa el punto medio, con seis discípulos a cada lado. Pero ha de atenderse al mensaje que entraña la Cena, que es el de la traición de Judas. Por esta razón se contrapone la imagen de san Juan, recostado sobre Cristo con Iscariote, de aspecto pérfido, bizco y pelirrojo. El paso, por lo demás, huye de toda complejidad espacial: el orden parece imperar en el sentido de la enseñanza moral y de la estética.
En nuestra provincia merece especial atención en el Museo Catedralicio de Jaén de este tema, atribuido al escultor Gutierre Gierero, tratado con el ardor y la atención que, este tema privilegiado, había de alcanzar en la España contrarreformista.
Última Cena de Cristo. Obra de Amadeo Ruiz Olmos. (Foto Gabriel Sánchez Bellón) |
En Úbeda, destaca el grupo que hiciera entre 1954-1958, Amadeo Ruiz Olmos, para la Hermandad Eucarística, formada de doce apóstoles y Cristo. Tallado y policromado, habría que señalar el realismo que impregna cada una de las figuras, resueltas de forma individual, identificándose a cada uno de los apóstoles. Realzándose aún más en la figura de Judas, de espaldas a la mesa, para marchase y con la bolsa de monedas en la mano. Su rostro hace de un toque de atención en comparación con el rostro sereno de Jesús. Así el conjunto es de una resolución realista. Este admirable conjunto se escolta en San Nicolás de Bari.
(8) Joaquín Montes Bardo. <Arte y discurso simbólico en Úbeda y Baeza.> Pág. 84.
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