miércoles, 15 de mayo de 2019

APORTACIONES ICONOGRÁFICAS

No fue Jaén receptivo, en los días de la edad Moderna, con los grandes imagineros nacidos en su Diócesis y este rechazo contrasta aún más cuando, en su circunscripción territorial se encuentran los célebres pinares de la Sierra de Segura que, bien en almadías arrastradas por el Guadalquivir o en recuas de bestias por caminos de herraduras, surtieron desde el siglo XVI a toda Andalucía de abundante materia prima para la construcción de retablos, pasos procesionales y todas aquellas artes relacionadas con la madera. Lo cierto es que ni Pablo de Rojas ni Martínez Montañés, natural de Alcalá la Real, encontraron tradición y facilidades para tomarse y sobre todo clientela adecuada para permanecer en el Santo Reino, y tuvieron muy pronto que buscar por Granada y en Sevilla su tierra de promisión, lo que les convertirá en artistas de estas escuelas y en el porvenir quedarán para siempre vinculados a la tradición granadina e hispalense.

Ello se debió a varias razones; pero las fundamentales fueron la falta de un mecenazgo que se decante abiertamente por la imaginería policromada y la ausencia de un mercado de arte escultórico con proyección a indias. El resultado será la creación en Jaén de un foco escultórico discreto que desde el periodo renacentista va a ser colonizado por una inmigración de artistas segundones. Estos maestros tomarán prestadas formulas iconográficas concebidas en otras regiones y admitirán sin reservas de ningún tipo toda la llegada de obras procedentes, tanto de las dos grandes escuelas de imaginería andaluza: Sevilla y Granada, como de los centros derivaciones de estas importantes sedes artísticas: Córdoba y Granda, como de los centros derivaciones de estas importantes sedes artísticas: Córdoba y Málaga. A esta influencia foránea hay que agregar en nuestro siglo la toma de posesión de profesores levantinos en la toma de posesión de profesores levantinos en la Escuela de Artes y Oficios y el catálogo de imagineros locales que arroparon y arropan las necesidades que requiere la Iglesia, las cofradías penitenciales y la devoción popular. La escultura renacentista española tiene frente a la italiana ciertos contrastes. Por ejemplo, la religiosa lo abarca todo, pero por influencia del patetismo gótico manifiesta un gusto por lo directo y lo realista. También la influencia gótica hace que se prefiera la madera policromada al mármol y otros elementos más presentes en la escultura de Italia. También los retablos se hacen en madera. En los retablos se presenta unidas la arquitectura y la escultura, y ambas se condicionan en la utilización del espacio, que en buena parte es ocupado por relieves, altos y bajos.

Las esculturas en madera son más fáciles de trabajar y dan mayor libertad a la inspiración del artista. Son policromadas y doradas, de forma que el color contribuya a la representación del personaje y a la sensación de suntuosidad.

A los principios de esta centuria se trabaja en el tema de los retablos. Estos son auténticos obras de arte, artistas como Jerónimo Quijano, llegado desde Granada con buena formación escultórica. Hacia 1524 se instala en Jaén y colabora en la sillería coral de la Catedral, con Juan López de Velasco. De Quijano es el banco de los Caballeros de la sillería catedralicia, el relieve de la Santa Cena del Museo catedralicio, así como también bajo su órbita está el Cristo de la Columna de Santiago, (Andujar), y el crucificado de Mengibar.

La dulcificación de las formas clásicas aportadas por la mencionada figuras también aferraron en Gierero y su taller, en sus obras se observan ciertas rigideces góticas como el Cristo de las Misericordias de la catedral jienense.(5).

La entrada de la plenitud renacentista en el arte escultórico se hace en Jaén con mayor nitidez que en cualquier otro lugar. El primer renacimiento deja paso libre a la introducción de un nuevo lenguaje estético. Andrés de Vandelvira, es el arquitecto del poder clerical y civil, ello conlleva el resurgimiento y el patrocinio de la renovación de sus dos catedrales, en el levantamiento de ciertas parroquias y templos conventuales, así como la edificación de ciertas capillas sepulcrales de las que se distinguen la ubetense de El Salvador y la baezana de San Francisco, debidas respectivamente al patrocinio de la familias Cobos y a los Benavides.

El influjo estético nos llega también desde Granada, por unos artistas allá educados bajo dictados de Diego de Siloé y su sucesor Juan de Maeda, Juan de Reolid y su taller, con su discípulo Luis de Aguilar y Sancho del Cerro, jiennenses. También se reciben de Úbeda las influencias de Alonso de Berruguete y sobre todo del francés Esteban Jamete y su discípulo Lorenzo Brogio. Tampoco se puede despreciar el arte de Diego de Pesquera, otro de los padres de la escultura renacentista en España. Figuras destacadas son Cristóbal Téllez, Enrique de Figueredo, Salvador de Cuellar y Blas de Briñó.

Las formas reolidianas, se encuentran en la desaparecida sillería coral de la colegial de Santa María de Úbeda, así como dos relieves del Museo catedralicio con la Adoración de los Pastores y la de los Magos, y en el retablo de San José de la Catedral de Baeza, en el misma perfil, esta el Entierro de Cristo que nuestro autor hiciera para la ubetense capilla de don Francisco de Vago. Hoy está en la parroquia de San Pablo de Baeza.

Además en nuestra diócesis hay notables piezas como los relieves del museo catedralicio que representa el Calvario y el Descendimiento, parecen asociarse a una buena mano entendida del arte romanista practicado en Flandes.

En el último tercio de la centuria, en el llamado periodo marienista, la escultura jiennense apenas siente desvíos, sólo cierta tendencia a la monumentalidad en unos cuerpos agitados y de expresiones dramáticas y melancólicas. En general los artistas son los anteriormente incrementados con los hijos de Téllez y Figueredo. Otros nuevos valores como Martín Salinas, Madrigal, y sobre todo los hermanos Solís.

Nuestro Padre Jesús Nazareno (el Abuelo). Jaén. (Foto Juan Ángel López).

De Salvador Cuellar, entre otros, destaca su retablo de San José de la Catedral de Jaén, los crucifijos de la Clemencia y de la Salud. A el se le atribuye el Cristo del Bambú y el del la Humildad de Cristo Rey de Jaén. Briñó, participó en los coros ubetenses de el Salvador y del Hospital de Santiago. El escultor más destacado en la escuela jiennense fue el baezano Gaspar Becerra, dejando muy alto en España la escultura del sentir miguelangelesco. Y por último destaca Sebastián de Solís, con obras como el calvario que corona el retablo de San Andrés de Baeza, a este se le atribuye el Jesús Nazareno (el Abuelo) de Jaén.

Buenas y notables piezas anónimas, son el Cristo de la Expiración de San Pablo de Baeza y el Ecce Homo del Salvador de la misma localidad, que tiene gestos muy vinculados con las maneras de Pablo de Rojas.

Fuera de nuestra diócesis, destacan artistas como Felipe Bigarni, Juan Balmaceda con sus modelos esbeltos, Bartolomé Ordóñez imitador de Miguel Ángel, el comentado Diego de Siloé con gran delicadeza en sus obras como el San Jerónimo penitente de la capilla del Condestable de Burgos, Damián Forment con figuras de una gran serenidad…

Pero es el segundo tercio del siglo XVI cuando surgen dos figuras de gran categoría, el ya mencionada Alonso de Berruguete, en su obra siempre estaba más pendiente de la expresividad de lo representado que de la correcta expresión formal con lo que deja ver algunas incorrecciones en sus tallas. La mayoría de su obra está repartida en Valladolid, Salamanca y Toledo. Juan de Juni es el polo opuesto de Berruguete. Le gustan las formas anchas, musculosas y sigue el realismo dramático. Se establece en Valladolid, en medina del Río Seco, obra central suya es el Santo Entierro, hoy en el museo de Valladolid.

Con Juan de Juni trabajan artistas como Juan de Angés y Juan Picardo que extiende la visión del maestro por otras tierras de España.

Artistas notables, pero ya de finales de siglo son el ya mencionado Gaspar Becerra y Pompeyo Leoni con su bellísimo Calvario en el retablo de San Lorenzo del Escorial.

En los siglos del barroco, la religión sale a la calle para integrarse en la vida ciudadana, es la época en que las procesiones, especialmente las de Semana Santa, llegan a ser una costumbre y una expresión pública de la fe católica. La escultura barroca es el arte que mejor contribuirá al hecho procesional. Las imágenes religiosas presentan el dolor, la tristeza, las heridas sangrientas, las lágrimas…, en cada paso procesional una o varias figuras llaman a los sentidos y al sentimiento; las flores, los espejos, la luz de las velas y el misterio de la noche completan el acto barroco.

El uso de la madera se debe a que este material permite representar postulas difíciles y pretenciosos, utiliza el color y el brillo del oro, simula pliegues de un fantástico ropaje. Además permite rectificar un proyecto y terminar una obra en poco tiempo. Y al ser un material más barato, se facilita su adquisición y se puede atender las demandas de ciudades y pueblos.

Escuela Castellana.
Dentro de la zona de Castilla hay dos núcleos: Valladolid y Madrid.
En Valladolid, durante el breve período en que es capital de la corte acuden a esta ciudad artistas de varias procedencias, entre ellos el gallego Gregorio Fernández. La primera mitad del XVII está marcada por este artista que es además el máximo representante de la escuela castellana, que es además el máximo representante de la escuela castellana, que está en función de él. Su influencia será patente en la mitad norte de la península, repartiéndose sus obras por estas zonas. Denota un consumado verismo anatómico, marcando las venas, las carnes hinchadas y desgarradas, y con efectos realistas al incluir regueros de sangre en las heridas de Cristo. Concentra la expresividad en las manos y el rostro. Los paños posiblemente por la utilización de telas encoladas muestran duros pliegues. Divulga algunos temas iconográficos (Cristo a la columna) e impone la representación del Yacente (Cristo del Pardo). Es un buen imaginero componiendo notables grupos (Descendimiento).

Otro gran artista fue el portugués pero establecido en Madrid Manuel Pereira, sus obras de un gran clasicismo, sobrias que nada tienen que ver con el patetismo de Gregorio Fernández. De su San Bruno en madera en la Cartuja de Miraflores es tan real, tan sumamente expresivo que se ha dicho que no habla porque es cartujo.

Escuela Levantina.
Dentro de la zona de Levante hay dos núcleos: Valencia y Murcia.
En Valencia y a finales del siglo XVII empieza a recibir la influencia italiana que le viene de Génova y termina eclosionando durante el siglo XVIII en obras de un barroquismo extremo. Artistas renombrados son: los Capuz, Vergara y Bussi.

Pero es en Murcia donde se cierra el ciclo de la escultura policromada en el siglo XVIII con Francisco Salzillo. Era hijo de un notable napolitano que se estableció en España. Sus obras y pasos procesionales son de una rica y gran expresividad, delicadeza y movilidad. Pasos suyos son el Prendimiento, la Caída, Jesús de la Columna, pero su gran obra es la Oración el Huerto.

Escuela Andaluza.
Dentro de la zona de Andalucía hay dos núcleos: Sevilla y Granada.
La figura principal en Sevilla es el comprovinciano Juan Martínez Montañés, impregnado todavía de clasicismo, con composiciones equilibradas y serenas, pero con un marcado realismo barroco. Cuenta con un taller y numerosos discípulos, alcanzado gran fama, llegando a denominarle el “Dios de la madera”. Difunde algunos tipos iconográficos (Inmaculada, Niño Jesús, Crucificado). Entre sus obras destaca el retablo de Santiponce, muy clásico en la concepción, con algunos relieves excepcionales (Adoración de los Pastores). El naturalismo se muestra en el Cristo de la Clemencia (catedral hispalense), en cuyo contrato se especificaba debía de estar vivo, antes de expirar, mirando a las personas que orasen ante Él, como si el mismo Cristo les hablase.

Entre sus discípulos destacaba la figura de Juan de Mesa, es autor de numerosos tipos de crucificados (Cristo del amor, de la Conversión, de la Agonía, de la Buena Muerte…). El más logrado es el Cristo de la Agonía de la iglesia de San Pedro, en Vergara (Guipúzcoa). También aporta el Jesús del Gran Poder.

Otro escultor importante, en que se marca la influencia de Montañés es Pedro Roldán, cuya obra maestra es el retablo del Hospital de la Caridad en Sevilla. Tiene un taller en el que trabaja sus hijos en diversos cometidos. Luisa Roldán, muestra una especial aptitud en los grupos de pequeño tamaño. Sus esculturas se adaptan más a un gusto delicado y tierno, en parte influido por obras italianas.

A diferencia de Sevilla o Valladolid, en Granada la escultura procesional tiene menos importancia, y se prefieren las obras de menor tamaño, con un estilo más delicado que se plasman en los propios temas iconográficos, no excesivamente sangrientos como los de la Pasión o el martirio.

Alonso Cano, de carácter endiablado sigue con mayor fidelidad a Montañés, prefiere como él la contención emocional y expresiva, el clasicismo. Algunas veces parece más un artista del renacimiento. De su obra destaca su Inmaculada de la sacristía de la catedral granadina.

Tanta es la influencia de Cano en Granada que tiene muchos seguidores de gran renombre como Pedro de Mena, establecido en Málaga, una aportación suya son los bustos de Cristos y Dolorosas, muy sobrios en la talla, pero de enorme expresividad, llega a utilizar lágrimas de cristal. Estos bustos unas veces no tienen manos imitando a modelos del Cuatrocientos y cuando les pone manos sus postulas son de una gran teatralidad. De entre sus obras destaca la Magdalena penitente.

La escultura granadina se continúa en el XVIII con notables artistas, como José de Mora y José Risueño, que cuenta con buenas realizaciones dentro de las tradiciones anteriores. Por último es Torcuato Ruiz del Peral que se especializa en cabezas de santos degollados.

Durante el barroco la escultura jiennense pierde la primacía que mantuvo en el Renacimiento. El declive económico del momento pudo contar con esta bajada pero no tanto como la cercanía del taller granadino y polarización de los maestros entre esta ciudad y Sevilla, que la abastecían con lo más sobresaliente las necesidades de la zona.

En la escultura jiennense se mantuvo una infiltración de lo granadino. En ella destacan escultores como los seguidores de Sebastián de Solís, Gil Fernández y Diego Landeras, los ubetenses Zayas y Eufrasio López de Rojas entre otros


5 José Domínguez Cubero. <Gutierre Gierero, autor del cristo de las Misericordias de la Catedral de Jaén>. B.I.E.G., nº 158. 1998.

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