Distinguida, estudiada y diríamos trillada por investigadores, pensadores y eruditos locales, esta celebración pasionista y popular, hunde sus raíces en lo inexplorado. Hay sobre sus orígenes tantas teorías y aproximaciones cuantas historias se han escrito y ciudades participan de ella.
Centrándonos en el caso de la diócesis de Jaén y junto a los comentarios ya apuntada, tendría que tenerse en cuenta otro tipo de hechos. Gran derivación debieron tener las procesiones realizadas en el interior de la Catedral metropolitana de Jaén, en estipuladas festividades del año por los clérigos, así como las glorificadas en la iglesia de San Andrés de la capital, con motivo de la cena del Jueves Santo y las realizadas en los claustros conventuales con la imagen de la orden, o las que hacían como ejemplo los Honrados Viejos de El Salvador, en los claustros de la Colegial de Úbeda.
Lejos de reivindicaciones heroicas que pretenden pisar siglos de oscurantismo medieval, lo más exacto que da las cofradías puede decirse es que hacen su aparición en todas las latitudes, y casi al tiempo las más antiguas, en los albores del siglo XVI. Porque lo cierto, en rigor documental, es que si existieron hermandades en el siglo XV no llegaron a convertirse en cofradías de penitencia y a regularizar sus estaciones de penitencia, en los Sagrarios de las parroquias cercanas del templo de salida –tradición perdida en Úbeda en el pasado siglo, siendo la cofradía de la Sentencia la única que lo ha recuperado en este siglo, en sus visitas al Sagrario del Monasterio de Santa Clara-. Hasta la mitad del siglo XVI, alcanzando su apogeo a partir de la conclusión del Concilio de Trento y el triunfo de la Contrarreforma (1563), que propiciaron, como ha advertido, unos modos de sensibilidad emocional y extrovertida que hallaron efectivo acuerdo y expresión en la procesión publica como acto de devoción.
La celebración en Úbeda de la Cuaresma y la Semana Santa se remonta a la misma conquista de la ciudad por San Fernando en 1233. A partir de entonces y hasta 1570, la diócesis dispuso de un particular rito jiennense de carácter litúrgico que mantenía influencias del rito mocárabe (2) y partes del ritual toledano y romano. Es este período de tiempo, el Santo Reino disponía de un modo exclusivo para la imposición de la ceniza; bendición de palmas y ramos de olivo, con su posterior procesión claustral por la colegial de Santa María, en el caso de Úbeda; los oficios del Jueves y Viernes Santo, con la procesión al monumento, de hondo significado eucarístico.
En el siglo XVI, sus géneros dirigentes, los estamentos privilegiados, impusieron en Úbeda el urbanismo renacentista e imágenes de devoción. Pero el pueblo permaneció fiel a sus tradiciones. Se iniciaban entonces en la ciudad las primeras devotas procesiones, que fraguaría definitivamente con la fundación, en 1554, de la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y San Cristóbal. Otras cofradías fundadas después fue la del dulce nombre de Jesús Nazareno por los dominicos en 1577, la del Santísimo Cristo de la Vera Cruz en 1589, la de Nuestra Señora del Socorro y llagas de San Francisco y Señor Crucificado. Conocida como procesión de la sangre, por la mucha que vertían sus disciplinantes en el recorrido procesional, ya existía en el convento de San Francisco en el 1551. La de Jesús del Calvario, establecida en Madre de Dios del Campo. La de Servitas de los Dolores, establecida en Santo Domingo de Silos, Cristo de la Humildad y Nuestra Señora de los Dolores, instituida en el convento de la Vitoria, entre las fundadas en esta centuria. También por esas fechas surgieron en conventos, otras cofradías no penitenciales.
Asimismo, cuando procesionamos “los pasos” hacemos realidad una vieja aspiración de siglos; pregonar la pasión de Cristo en los espacios abiertos en comunión con la biosfera y la morada de los hombres.
Esto ha hecho que Úbeda sea una ciudad para la Semana Santa, favorecida por su contexto renacentista. Aunque una cosa es el arte religioso y civil del Renacimiento y muy otra es su iconografía pasionista.
Según Montes Bardo: “…Así, el arte que percibimos en el Salvador no representa el dolor ni la muerte; y a pesar de ser una iglesia funeraria. Al contrario, se reviste del lado luminoso del cristianismo: la bondad y la belleza aureoladas por la poesía que anticipa la gloria de la Resurrección.
¿Dónde comenzó en Úbeda la historia de este sentimiento emotivo, artístico-religioso? El origen de algunas venerables cofradías lo recuerda todavía: La Soledad, nacida en el convento de La Merced, o las distintas cofradías que cobijaron los frailes de la Trinidad o la iglesia matriz de Santa María. Y dominicos, carmelitas y jesuitas. Pero la fuente primera de la espiritualidad cofradiera que llega pujante hasta nosotros nace en el extinto convento de San Francisco, extramuros de la ciudad, como el de La Merced hoy en ruina. Los franciscanos fueron los creadores y propagadores de una nueva sensibilidad que tenía el don de las lágrimas, favoreciendo así un arte que hablaba al corazón: ellos descubrieron a Jesús pobre en Belén, azotado en el Pretorio, muerto en cruz, enterrado y glorificado. Y desde entonces, con ellos, la cristiandad Occidental…(3).
(2) La capilla del Hospital de Santiago, mantuvo esa tradición mozárabe.
(3) Joaquín Montes Bardo. <Arte y discurso simbólico en Úbeda y Baeza.> Pág. 80.
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